lunes, 3 de noviembre de 2008

Literaria: Quiero leer?

El duro trabajo de la lectura. Para muchos es un calvario. Llevo cinco años trabajando con adolescentes y cada día me convenzo de que alrededor del 80% no lee. Puede que esta afirmación sea muy osada, pero según lo que visto no me queda duda.

Muchos de los alumnos de primer ingreso no saben leer bien. Cada vez que les pido que lean en voz alta algún párrafo se traban; hay momentos desesperantes en los que prefiero hacerlos callar antes que durar 10 minutos en unas cuantas líneas. Me doy cuenta de que cada palabra parece un choque eléctrico que no logran conectar con el siguiente y esos quiebres contantes hacen incomprensible la lectura.

Ahora bien, el sistema de estudios costarricense es rígido respecto a las lecturas asignadas para cada nivel (tanto de primaria como de secundaria) y hasta que no haya cambio de “ideologías”, de gobierno o simplemente de equipo de trabajo no se hacen modificaciones al programa de estudios en esta área. Estoy bastante en desacuerdo con esto. Las generaciones cambian, los modos de vida y sus expectativas. Las obras no son funcionales y aunque un libro trascienda más allá del tiempo, a esas edades me parece importante atrapar al estudiante en lugar de ahuyentarlo.

Los libros que nos heredan los viejos programas de estudio cada vez se alejan más de la realidad que viven los alumnos. No se trata de si un libro fue escrito en la época clásica, si es modernista, de vanguardia o contemporáneo, lo importante es que se despierte esa inquietud por la lectura.

Los hay de todo tipo (me refiero a los alumnos) Los hay que a penas se les asigna un texto preguntan si existe un resumen o película. Los que al leer en clases se brincan palabras o leen mal los acentos, los que esperan que se les pregunte el nombre del autor y de los personajes y olvidan que existe algo llamado comprensión de lectura. Los que preguntan cuán extenso es el texto y deciden abordarlo según el número de páginas.

Hay aspectos que juegan a favor o en contra de un texto. Para muchos el libro es atractivo gracias a la letra grande, al diseño de la portada, si se habla de sexo y si de paso hay una escena que se describa en forma explícita, lo mismo que las descripciones grotescas (gracias al Naturalismo), pero no pasa a ser, en la mayoría de los casos, una empatía estética.

Pocos son conscientes de la lectura y mucho menos les interesa conocer o aprovechar sus beneficios. Me gustaría que fueran capaces de reconocer un buen libro y olvidarse de los prejuicios que van adquiriendo desde la escuela: No se les puede hablar de poesía sin que piensen en una rosa, un suspiro o una pupila azul al verdadero estilo romántico de Bécquer. No se les puede hablar de novela porque exigen el número de páginas y esperan siempre el hada o el duendecillo de muchos cuentos clásicos.

Me pregunto dónde queda el placer de la lectura cuando se torna una exigencia, cuando no existen opciones y cuando es más importante memorizar nombres y espacios antes que realizar un verdadero ejercicio de criticidad.

Para mí lo valioso de la lectura está en que entre más se lee más se aprende, más se sabe, más se es. Pero si esto no se entiende como parte de un proceso de enseñanza y aprendizaje dejamos la victoria al hastío y la pereza que sobra decirlo, nos ronda cada vez más.